lunes, 30 de enero de 2017

No sé en qué momento conocí la ansiedad por primera vez. Creo que fue (como ya he contado) en aquel viaje a Burdeos. Aunque puede que fuese mucho antes. Al principio fue eso, ansiedad, pero cuando volví del viaje, se apagó bastante. Nada más volver decidí transicionar al vegetarianismo, y adelgacé bastante. Pero ya no era lo mismo. Tenía la imagen distorsionada de mí misma. No recuerdo haberme visto bien desde que volví, aunque ahora, mirando fotos, si que estaba bien.

La cosa empeoró mucho con segundo, aunque no lo notase tanto los primeros trimestres. Bueno, los primeros, el primero. Después de navidades, se puede decir que todo se fue a la mierda. Yo, mi cabeza, mi cuerpo y mi salud.

Mis familiares más cercanos me han dicho que he cambiado, que ya no soy la misma. Y al margen de cómo luzca por fuera, es cierto que por dentro soy otra persona. Y la ansiedad es una de las cosas que más me ha cambiado.

El peor momento para mi ansiedad, sin embargo, fue al entrar en la universidad. Recuerdo las dos semanas anteriores al comienzo de las clases y aún hoy me da terror. Y ahora, un cuatrimestre después, parece que he vuelto a esos momentos. No recordaba lo que era levantarme temblando, y no poder hacer otra cosa que pensar "Voy a mantenerme, voy a comer bien, voy a cuidarme" mientras mis manos hacen una cosa completamente distinta. No recordaba el no poder estudiar, porque no puedo concentrarme, porque mi mente no deja de dar vueltas, de intentar distraerse. No recordaba lo mal que me sentía por no poder hacer deporte, o más bien, no recordaba lo duro que se me hacía ir al gimnasio, tener que enfrentar el salir de casa, el ver mi imagen en un espejo, el ver cuánto había empeorado.

Tampoco recordaba el agujero en el estómago. La sensación de que por más que coma nunca me llenaré, y seguir comiendo, para olvidar todo. No recordaba los castigos auto infligidos.

Se ve que mi cerebro quería que no lo olvidase.

No hay comentarios: