sábado, 25 de febrero de 2017

Estamos en febrero, y ya he incumplido una de mis decisiones de año nuevo. Escribir todas las semanas. Hace un rato que no escribo. No he tenido ganas, no he tenido fuerzas.

Creo que estoy empeorando, y no sé qué hacer. Esta mañana he ido a un curso sobre creencias limitantes. He salido llevando conmigo herramientas para combatir la ansiedad, para combatir la gula. He salido con la experiencia de una chica de allí que me ha contado su batalla contra la anorexia. Y yo lo primero que he hecho ha sido recaer en comer por gula. Y lo que más me duele ahora, pasado un tiempo desde que comí, es que no quiero dejar de comer, porque me encanta. Pero odio la sensación de estar pesada, la sensación de tener siempre el cuerpo lleno, de ir dando tumbos.

Quiero sentirme de nuevo ligera, con energía, alegre, positiva, como ya he sido antes. ¿Por qué me cuesta tanto? No quiero tirar la toalla, no quiero. Deseo conseguir mis metas, alcanzar mis sueños, perseguir mis objetivos, pero a la hora de la verdad, me dejo llevar.

Este ha sido un infierno de mes. Cuestas arribas y cuestas abajo sucediéndose con demasiada frecuencia.

A veces creo que no lo lograré nunca, pero si otros han podido, ¿Por qué yo no voy a poder? ¿Acaso soy menos? El hecho de que yo crea que si es una ilusión, una mentira, que me he creído hasta el fondo. A pesar de saber que cuanto más caiga más me costará salir, sigo bajando. Sigo sin poder vivir la vida.

viernes, 3 de febrero de 2017

Tres días, eso es lo que he durado comiendo sano y lo más vegano posible. Tres míseros días han bastado para que me deje llevar por la puñetera tentación. Y no quiero excusarme en la regla, las hormonas y las mierdas de siempre. No quiero. Esto lo he hecho de forma consciente, camuflándolo como "hambre" cuando solo es ansiedad y gula. No quiero esconderlo más. Si, ayer y hoy la he cagado, pero es solo una semana. Volveré a empezar las semanas que hagan falta hasta que lo consiga. Y cuando pase eso, será una semana tras otra de logros y caídas, hasta que sea permanente. Y entonces podré mirarme orgullosa en el espejo y decir que estoy feliz, que estoy sana, que lo he logrado, y que he luchado y lo he conseguido.

Por fin estaré sana. Física y mentalmente. Sobre todo mentalmente.