sábado, 3 de diciembre de 2016

Cuando la primera bomba explotó, Karibe pensó que el mundo se iba a acabar. El suelo retumbó, saltaban pedazos de piedra, roca, metal, personas... Le dolían los oídos y los ojos, y le dolía todo el cuerpo. Parecía que nunca se acabaría. Pero acabó, y, tal y como la habían dicho, corrió y corrió sin mirar atrás, saliendo de su ya inexistente poblado, corriendo hacia no sabía donde, hacia algún lugar a salvo, hacia lo que parecía un desierto lleno de peligros.

Nunca llegó tan lejos. La cogieron antes de llegar al pueblo vecino. No sabía quienes eran ni qué querían. Estaba cansada, sedienta, completamente desorientada. Aún así, peleó para que no la cogiesen. Peleó con sus últimas fuerzas, antes de que la dejasen inconsciente de un golpe en la nuca.

Cuando despertó, estaba en una pequeña cama, en una habitación pequeña y oscura. En silencio, revisó la habitación con la mirada. Un cubo para hacer las necesidades, una ventana, una puerta, y la cama. Karibe se volvió a tumbar, y se quedó quieta mirando al techo. Su mente era un torbellino blanco, no sentía nada, no veía nada, ya no le importaba.

Así la encontraron los hombres que vinieron a por ella. La cogieron en volandas, y la llevaron por un sinfín de pasillos hasta dejarla en una luminosa cocina, la sentaron en una silla, y se fueron. Cegada por la luz, no apartó la mirada del suelo, hasta que una voz la sobresaltó.

-Come.- Al tiempo que alguien depositaba un cuenco enfrente suyo. Ella obedeció, notando por primera vez el hambre que tenía. A pesar de ello, comió despacio, sin levantar la vista del cuenco. El hombre que había hablado se sentó a su lado, y no dijo nada hasta que ella dejó el cuenco en la mesa.

-¿Cómo te llamas?- Ella pensó que no podría hablar, que no encontraría la voz, y por eso se sorprendió al oír su propia voz, alta y clara.
-Karibe.
-Karibe, que nombre más curioso. Y bien, Karibe, ¿Vas a mirarme?- Lentamente, Karibe levantó la cabeza, y se encontró con un señor no mayor que sus padres, vestido de pies a cabeza con un traje militar de las fuerzas iraníes.- No voy a hacerte daño, Karibe. Ahora, formas parte de mi familia.
-Mi familia ha muerto.- Respondió bruscamente.
-Lo sé. Por eso yo te estoy ofreciendo ser parte de la mía. ¿Quieres?- Karibe le miró desconcertada, pero con un brillo de esperanza en la mirada. El hombre parecía agradable, y quería adoptarla. ¿Qué podía pasar? Nada podía ir peor de lo que ya había ido.
-Sí.

(Tengo el pequeño problema de que no sé cómo continuar la historia. Si alguien tiene alguna idea, que me lo diga, y si se me ocurre algo, subiré otra parte continuando la historia o editaré esta)  

Espero que os haya gustado :))

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